*Texto publicado en Factum Revista Literaria No. 30, el 22 de mayo de 2016.
Quienquiera que seas
dime que todo estará bien,
no puedo hacerlo por mi
cuenta
recargado en este muro de
días arrinconados,
de noches de insomne vocación.
Cuando las luces se apagan
las cosas cambian de lugar,
la llave para abrir
cualquier puerta
se extravía
entre planes y resoluciones,
y la ruina es un transeúnte
despistado.
¿Acaso te miras al espejo
para pensarlo más de una
vez?
¿o vas a tientas
y es cuando
adviertes
que sólo es un desfile de
apariencias?
Latidos que van y vienen,
el alma se derrama,
destila esperanzas
que acusan un convencimiento
propio:
para fines prácticos,
tú no fuiste materia
—penetrante aroma tu
presencia
hecha de hidrógeno que
congela el instinto—
y nunca
estuviste aquí
—prosaico indicio de otro
siglo
que arde en medio de una
exhalación,
caos de tan solo unas horas.
Ingenuo exilio por una
escalera de caracol,
pensamientos extraviados en
una galería,
flor de
loto para el olvido,
guardé mis impulsos en una
maleta,
y mi puño descargó contra la pared.
La brisa golpea mi rostro
y abrazo la niebla que me
sitia,
reconozco que no puede
existir
si lo dejas
por ahí nada más:
no quiero hallarme
cuando decidas hacerlo trizas.
Quienquiera que seas,
el
saldo es una residencia en el aire
con bandera de desafío.
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